domingo, marzo 02, 2008

Las cosas que suceden un primero de marzo

Ayer fue 1 de marzo. El país y el mundo entero recordarán esta fecha como el día que fue abatido uno de los guerrilleros más viejos del país, "Raúl Reyes". Las imágenes de su rostro ensangrentado, hinchado y de su camiseta mojada de los 40 años de la revolución de las FARC, me hicieron recordar que un primero de marzo, hace dos años, murió en una clínica del seguro de Bucaramanga mi abuela Maruja.

Ninguna coincidencia más que la del calendario tuvieron las dos muertes, sin embargo, la constante repetición en la televisión y en los diarios en Internet de las imágenes del guerrillero, me hicieron pensar que la violencia en este país no es solo con las armas. La violencia es también la negligencia, esa misma que asesinó a mi abuela y que hoy, dos años después, sigue asesinando colombianos en las puertas de los hospitales del país.

Recuerdo con mucho dolor la noticia de un señor que murió en la puerta de la EPS Cafesalud en Bogotá por no tener afiliación a esa entidad prestadora de salud y por considerarlo un indigente, un ser de la calle. Esa imagen me quedó grabada por siempre: el hombre curtido de mugre hasta los poros y reclinado sobre una bicicleta que estaba fuera de la EPS.

La negligencia, como una expresión de violencia, que asesina a diario colombianos como el de Bogotá y como mi 'nona' (abuela), quien a sus 65 años murió esperando que le atendieran una hernia estrangulada que culminó en peritonitis, y que dejó a sus hijas, nietas, nietos y hasta bisnietos con el dolor en el alma, con una profunda tristeza y un inmenso sentimiento de repudio por todas aquellas personas que la vieron sufrir y no movieron un dedo para ayudarla, aún cuando en sus manos apretaba el carné del Seguro Social.

La violencia de un primero de marzo, la que vemos en las noticias, la que vivimos en carne propia, la que escuchamos, la que imaginamos, la que se siente en el ambiente, la que se expresa en palabras, miradas, actos. La violencia de un primero de marzo que marcó mi vida y la de mi familia, será también, el triunfo de unos, la perla de la corona de otros, la tranquilidad de muchos y el dulce recuerdo de todo un país que vio morir a uno de los guerrilleros más implacables del país.